En 1997, los feligreses de la iglesia de la Divina Providencia quedaron estupefactos cuando vieron en su interior la obra de Fernando Prats. Treinta y seis mil pequeñas hostias sin consagrar colocadas en un panel de plumavit, reprodujeron a pequeña escala el retablo central del altar de Isenheim. Dispuestas una sobre otra, formando recovecos impresionantes, simularon en su interior la figura de Cristo. El autor sostuvo en su momento que en ese Retablo para la elevación II hubo una profunda experiencia de fe. Sin embargo, antes de que Prats pusiera manos a la obra, recibió en su taller al entonces cardenal Carlos Oviedo y su muestra fue examinada por un comité del Arzobispado. Radicado en Barcelona, este ex alumno de la Escola Massana participó en la XVII Feria Internacional de Arte Contemporáneo, y varios de sus trabajos compartieron muralla en la Galería Metropolitana de esa ciudad con los de uno de los pintores vivos más famosos de España: Antonio Tpies. Aunque aún no es un consagrado, está a muy poco de serlo.