Llegó hasta sexto básico y decidió que quería ganarse la vida pescando bajo el agua. Doce años después se coronó campeón nacional de caza submarina. ¿Cómo lo consiguió? Simplemente, con trabajo. A los 15 años, su papá le regaló un equipo de buceo usado. A los 17, en Punta Brava, vio salir del mar a Alejandro Flores, campeón mundial de caza submarina 1983: "Quedé impresionado. Ahí me propuse hacer lo mismo", recuerda. Entrenó cinco años, completamente solo. Ahorrando peso a peso, compró un arpón para cazar. A los 21 años, un amigo lo llevó a su primera competencia. Ahí, de un golpe pasó de segunda a primera categoría. Se hizo amigo de Flores, quien se convirtió en su maestro. Él le enseñó a interpretar las corrientes, el color del agua, la temperatura y el comportamiento de los peces. Dos años después, en 1998, salió campeón nacional. Fue vicecampeón en Antofagasta el 2001 y ya es el tercer clasificado y el más joven del equipo chileno para el mundial de la especialidad, que se realizará en Iquique el próximo año y que él piensa ganar. También enseña, gratis, técnicas de buceo a niños y trabaja diariamente a 30 metros de profundidad para extraer mariscos. Con ellos mantiene a su mujer y a su hijo de cinco años.