La dinastía de los Rubio es larga -partiendo por Hugo, el padre, seleccionado chileno en los 80 y 90, siguiendo por sus hijos mayores, Eduardo y Matías-, pero lo mejor quedó para el final: Diego, con apenas 18 años, tuvo un año excepcional: explotó en Colo Colo haciendo goles incluso en la Copa Libertadores, fue vendido al Sporting de Lisboa y ha sido llamado regularmente a la selección adulta. En Portugal, vive solo en un departamento en un exclusivo barrio, pero está en permanente contacto con Chile, dónde la lista de personajes influyentes que están pendiente de su carrera es amplia: desde Claudio Borghi, amigo de la familia, hasta Iván Zamorano, su padrino.