La carrera política de Catalina comenzó en 2006, en plena “revolución pingüina”, como coordinadora de Estudiantes Secundarios de Antofagasta, ciudad donde creció. Ese mismo camino la llevó a ser elegida en 2018 como diputada por el distrito Nº 3, y un año después, como la primera mujer presidenta de Revolución Democrática. Durante sus estudios en Derecho en la Universidad Católica del Norte fue consejera, vocera y presidenta de distintas federaciones, además de haber fundado un preuniversitario social de la misma casa de estudios. En su rol como diputada, ha sido parte del acuerdo para el cambio de Constitución y trabaja en proyectos como el límite de reelección, aumentar las penas a los delitos de corrupción, facilitar la investigación y persecución penal, y poner límite a las termoeléctricas en zonas latentes o saturadas sin plan de descontaminación. “La medida de lo posible de la transición dejó de ser suficiente para toda una generación que no se ve representada en cómo se hace política hoy. A algunos les cuesta pasar la posta, ceder poder o abrir espacios para nuevos liderazgos. No vamos a reemplazar a nadie, venimos a hacer lo propio”, explica.