Si los niños no pueden acceder a los libros, que los libros vayan a ellos. Ese es el lema de proyecto Bibliobús, que patrocina la Dibam, y es también el motor de este coihaiquino que ha dedicado ocho años de su vida a transmitir el amor por la lectura en las 11 escuelas rurales que forman parte de su recorrido. Los caminos de barro, el frío, la escarcha y las largas horas al volante, lo tienen sin cuidado; esta es, sin duda, su cruzada. "Los chicos entran al bus no más de cinco a la vez, eligen el ejemplar que desean leer y se quedan con él por dos semanas. Hay unos 500 títulos en cada viaje, pero manejamos un stock de 3.500. Parte de mi labor es incentivar, crear el hábito y ayudar a escoger. Cuando volvemos, 15 días después, siempre me comentan lo que leyeron y por qué les gustó", explica. Estudia ingeniería en prevención de riesgos ya tiene el grado técnico, pero en horario vespertino. No deja el bus por ningún motivo: "Este trabajo es demasiado gratificante. Es un lujo poder ayudar a las mismas comunidades donde yo me crié, aportar a sus niños en su proceso de aprendizaje".